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El hombre bueno.

Escrito por Lourdes 11 mayo, 2012

 Más gourmand que gourmet, a mi padre le gustó siempre la buena mesa.
No era sofisticado en sus gustos y aunque probaba sin miedo nuevos sabores y texturas, su frase última en la mesa del mejor de los restaurantes era… «donde esté una buena chuleta con patatas…», por eso le encantaba ir al restaurante » El Río» en el que preparaban, según él, las mejores carnes a la brasa.
 O pasar una jornada en Bubión y degustar un buen cocido seguido de un impresionante plato alpujarreño.
 También disfrutaba con los platos típicos del » haza del Lino» de los que celebraba especialmente la asadura encebollada.
  En casa, mi madre le mimó durante años preparando a diario cuanto apetecía para comer, hasta el punto de ir por carne a horas intempestivas, sacando al tendero de su casa, para preparar las albóndigas con tomate que había pedido para cenar.
 Ver el esmero con el que mi madre se metía en la cocina para agradarle y el mérito que él daba a sus platos, no sin antes hacer la critica necesaria, han hecho que conciba el mundo culinario como una de las mayores pruebas de amor.
 En los últimos meses, semana tras semana, desde que comencé mi curso de cocina ambos formaron parte del jurado de la prueba a la que voluntariamente me someto. Les fui haciendo partícipes de todos mis avances y él, a pesar de no prodigarse en elogios, de alguna manera me hacía saber que estaba orgulloso de mi habilidad y  que disfrutaba muchísimo con mi trabajo .
 El domingo, junto con mi madre, hermanos y sobrinos y en una ceremonia íntima, depositaremos sus cenizas bajo un arbolito, fruto de su infinita paciencia que hizo crecer a partir de un hueso. Descansará para siempre en el lugar donde más feliz se encontraba, el campo, en el cortijo de su Jesuli en cuya construcción participó de manera activa sin importarle el dolor de piernas que alegaba para no ir a caminar. Después compartiremos un almuerzo que prepararemos entre todos y en el que no van a faltar unas buenas albóndigas con tomate. No serán tan buenas como las de su «niña», así llamaba cariñosamente a mi madre, pero os aseguro que nunca un plato tuvo tanto amor entre sus ingredientes, y aunque no se siente a la mesa para probarlas siempre estará con nosotros.
 Permitidme que no os enseñe recetas esta semana, a cambio quiero compartir unos versos que mi cuñado Gaspar ha escrito para él y que reflejan a la perfección cómo era mi padre, cómo es un hombre bueno.

                                     El ultimo mecánico
El invierno se resistía
y se camuflaban las nubes
con trajes grises
entre los jardines de flores violetas.
La última tormenta golpeaba
provocadora
las cortinas de tus pestañas
y tu semblante agridulce
se escondía en las montañas
verdes y blancas,
para escabullirte de la muerte
y jugaste con ella
el último rentoy de la esperanza.
No preparaste tu hatillo de las herramientas,
de esas que desatoran los escombros
de la rutina que andaban resueltos,
silenciosos y ociosos,
tras tu lento caminar
sobre los mismos asfaltos,
no era alma viajera
ni vagabunda tu existencia.
Tu vida más roble que romero
más olivo que peral,
tu mirada se entretenía
con el vuelo de un gorrión
y preferías más
averiguar cuantos utilitarios
pasaban por debajo de tu balcón
que los índices bursátiles de la nación.
Tenías la piel estirada diáfana
sin dobleces,
las manos con más habilidad que la razón,
nunca estudiaste diplomacia
y escuchabas todo aquello
que te permitió la imaginación,
te apoyabas de forma permanente
en no crearte necesidades
más allá de aire fresco
y un buen sillón.
Hiciste del honor tu religión
del amor a los tuyos tu bandera,
no veneraste a más diosa
que a tu esposa.
A tus hijos políticos trataste con respeto
y precaución,
sin achuchones
con la ternura de una llave inglesa
con la misma gracia
que un chiste del revés,
pero servicial y fiel.
Y ahora sin avisar
te despides a la francesa,
rodeado de belleza
junto a tu princesa
y a una corte celestial,
sin molestar
callado,
con el color de las rosas.
Y nos dejas
con el invierno en retirada
la luna más grande y brillante que nunca
asomada para iluminarte,
un sol primaveral azul
como tu mirada,
pero
¿quien ajustará las persianas
de nuestros corazones
y remendará los herrajes que permitan
el balanceo de tu eterna presencia?
6 Mayo 2012

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3 comentarios

Vanessa 11 mayo, 2012 - 1:54 pm

Simplemente, precioso, Lourdes, tu padre allá donde esté siempre se sentirá orgulloso de tener una familia así, no he podido evitar emocionarme. Un beso enorme.

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lydia 10 septiembre, 2012 - 2:13 pm

Siempre recordaré al tito Luis con mucho cariño. Un beso de parte de mi familia

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Lourdes Martin 12 septiembre, 2012 - 10:21 am

Un beso a vosotros también, mi padre os quería mucho, ya sabes lo que le gustaba visitar a su sobrino Javier. Muchas gracias por seguir mi blog.

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